domingo, 20 de junio de 2010

¡Olé, olé y olé!

Pues sí, desgraciadamente el pueblo español es de naturaleza salvaje, y mientras el paso de los años, los siglos, ha formado y transformado en seres más cultos y sensibles a otros individuos de diferentes partes del globo, los españoles seguimos haciendo gala de nuestro primitivismo.
El estado de indignación en el que me encuentro me empuja a escribir este artículo ante la indiferencia de gran parte de la población por hechos tan vergonzosos como los que hemos conocido recientemente. De qué estoy hablando se preguntarán: de los bárbaros que defienden el maltrato animal y, lo que es peor, que lo practican. En este país nuestro ”de charanga y pandereta”, que diría Machado , el divertirse a costa del sufrimiento ajeno es algo consustancial, al parecer, a la naturaleza de “español” ; y si hablamos de animales, se trata casi de una obligación, es costumbre, es tradición; una tradición vergonzante para cualquier persona sensata y sensible. Pero, aquí, repito, en este país que se ha identificado a través de los siglos con “la piel de toro”, metáfora sorprendentemente triste además, esas cualidades parece que están ausentes.
Todo y todos evolucionan, pero los españoles seguimos practicando rituales sanguinarios que tienen su origen en el desvarío de cuatro emperadores romanos medio locos, déspotas e irracionales a los que la vida, humana o animal, no les importaba en absoluto, es decir, los espectáculos en los circos romanos, verdadero origen de las corridas de toros, en las que el arte, como llaman los aficionados a este patético espectáculo, consiste en hacer sufrir a un animal hasta matarlo de la forma más sangrienta posible; si el torero resulta, además, herido o muerto es el “summun” ¿puede haber mayor despropósito y mayor salvajada? Y para colmo, estos que se llaman defensores de la “fiesta nacional” se escandalizan con las matanzas de focas o ballenas, o la caza de animales exóticos o vaya usted a saber. ¡Hay que joderse!, con perdón.
Hace unos días asistimos a un espectáculo vergonzoso en las fiestas de un pueblo llamado Alhaurín, en la provincia de Málaga: una turba de jóvenes desalmados, como parte de los festejos de la localidad, mataron a golpes de una vaquilla, dicho sea de paso, sin intervención de las fuerzas del orden ni del Consistorio.
Pero no es éste un hecho puntual; estos actos se repiten a lo largo de nuestra geografía como parte de las fiestas populares de un pueblo inculto, bárbaro y cruel: el español ¿es ese el concepto que hay de fiesta en nuestro país? ¿tirar a un animal desde una torre, quemar los cuernos de una vaquilla o torturar hasta la muerte a un toro es una fiesta? ¿es eso lo que consideramos cultura?
Pero lo más aberrante de todo ello es que para defender estas bestialidades se alude a la tradición: “forman parte de nuestra tradición”, dicen los adeptos a ellas, como si la tradición fuera algo intocable e incuestionable. Muchas tradiciones, algunas de más raigambre, han sido prohibidas o eliminadas (recordemos la caza del zorro en Inglaterra, por ejemplo). En mi opinión, el progreso de un pueblo, estriba en eliminar las tradiciones que van contra la ética, la moral, para ser mejores personas, más comprometidas, más sensibles a todo, incluido el sufrimiento de los animales, la implicación con la salvaguarda de la naturaleza y la concienciación de la importancia de la vida de todos los seres que habitan el planeta. La defensa de la vida es el primer principio moral que el ser humano debería defender; no puedo decir que los individuos que practican, defienden y se sienten orgullosos de hazañas tales como la acontecida en las fiestas de Alhaurín actúen como animales, eso sería un piropo : son mucho peores pues ningún animal mata o hiere a un ser vivo por placer, eso es únicamente fruto de la retorcida mente de ese individuo que llamamos “ser humano”, aunque, a juzgar por lo que vemos cada día, de humano tiene más bien poco. ¡Menudo espectáculo! Una panda de individuos borrachos matando a golpes a una vaquilla y dejando a otra malherida. ¡Por Dios! ¿en qué país estamos? ¿pero es que nadie va a hacer nada ante tales comportamientos? ¿esos desgraciados no van a recibir su merecido por la sádica conducta de la que han alardeado?
Pero el asunto es, en mi opinión, mucho más grave. Nuestras autoridades, nuestros gobernantes, lejos de castigar como se merecen a estos salvajes, lejos de luchar porque desaparezcan de nuestras tierras estos espectáculos degenerados propios de vándalos más que de ciudadanos civilizados (incluyo, por supuesto, la “fiesta de los toros”), no hacen nada, se quedan con los brazos cruzados y los más impresentables como la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre -bastante tienen los pobres madrileños con semejante Presidenta- pronuncia unas lamentables declaraciones y pretende declararla bien de interés cultural en respuesta a la iniciativa catalana de prohibir la “fiesta nacional”; a Madrid le siguieron Valencia, Murcia y Extremadura. El vicepresidente de la Comunidad de Madrid explicó que el Gobierno autonómico "protege nuestras tradiciones culturales y garantiza el derecho de los ciudadanos a acceder a la cultura, ejerciendo la libertad individual de cada uno"."Son una fiesta –continuó- que identifica valores tradicionales culturales muy arraigados en el pueblo español y nadie puede discutir el valor cultural de los toros. Sólo hay que ver al propio Cid lanceando toros, la pintura de Goya o Picasso o leer a Lorca. Negar esa evidencia es algo absolutamente ciego desde nuestro punto de vista"; pura demagogia, me parece.
¡Qué vergüenza siento como española, al oír tales declaraciones, por pertenecer a un país en el que éste es el concepto de cultura y arte: el ensañamiento y la tortura de un animal por puro placer!
Este nuestro gobierno, al que tanto le preocupa Europa, que se le llena la boca recordándonos continuamente que somos europeos, que trata de imitar y copia todo lo que el dios Europa hace y que obedece todas las órdenes que recibe de éste, qué paradoja que no se inmute por la opinión que tendrá de nosotros la Europa civilizada al contemplar tales atrocidades y, posteriormente, las bochornosas e inmorales declaraciones de nuestros políticos.
Exhibición como la contemplada hace unos días en el encierro de Alhaurín, y otras como la decapitación de aves, por ejemplo, en Nalda, la lapidación de ardillas o palomas en Robledo de Chavela, el arrastre por las calles de un burro en Villanueva de Vera, el desgraciadamente famoso lanzamiento una cabra desde el campanario de la iglesia en Maganenses de la Polverosa, o los tristemente conocidos Toro de la Vega en Tordesilla, Toros de fuego de la zona de Valencia, Toros ensogados de Benavente o el Toro de San Juan en Coria, llamadas fiestas populares, o las corridas de toros, en las que se tortura y asesina de manera cruel a 60.000 animales cada año ponen de manifiesto el carácter del pueblo español, para nuestra vergüenza, salvaje, inculto y primitivo.
Dejemos ya de apelar a la tradición para mantener costumbres que ofrecen más allá de nuestras fronteras una imagen bochornosa del país y que hace que algunos entre los que me encuentro, se avergüencen de pertenecer a él y que atentan contra el derecho de todo ser (no sólo humano): el derecho a la vida. Empecemos a luchar por conseguir una sociedad concienciada por la importancia de la vida y el respeto a todos los seres vivos. Fomentemos el amor a los animales en vez del disfrute con su sufrimiento y su muerte. Eliminemos de la sociedad, de una vez por todas, comportamientos denigrantes que nos perjudican a todos.
Estos lamentables espectáculos y el terrible hecho de que haya gran parte de la población que los defienda y practique es la prueba más que fehaciente de que somos todavía, para nuestra desgracia, un pueblo intelectual y culturalmente inferior, y que queda mucho camino por recorrer para que podamos identificarnos con los calificativos de “educados y civilizados” a los que creo que cualquier sociedad debería aspirar.