martes, 20 de julio de 2010

El clan del oso cavernario, de Jean M. Auel

Cuando recibí la propuesta de escribir algunas reseñas con recomendaciones de lecturas para verano pensé que, si bien parece algo aparentemente fácil, es en realidad bastante complicado pues son muchos los títulos que, con las características que dichas obras requieren, acuden a la memoria. Tras mucho meditar, me decantaré por elegir algunos títulos que, al haber sido publicados hace años, pueden considerarse, desde ese punto de vista, anticuados, pero de los que guardo un grato recuerdo y una buena opinión por el placer que, en su momento, me ofrecieron; el mero hecho de que sean estos y no otros los que vuelven a mi mente a la hora de recomendar lecturas que puedan resultar atrayentes para los que deciden pasar las vacaciones con un libro entre las manos, justifica sobradamente mi elección. Algunos de estos libros han sido best sellers lo cual, pese a la opinión de algunos “puristas” no es, a priori, ni bueno ni malo, es decir, que no suma ni resta valor a la obra.

Así pues, empezaré con un libro al que muy bien se le puede atribuir ya el calificativo de clásico y que, en su día, fue, como he señalado, un best seller mundial, traducido a numerosas lenguas; se trata de El clan del oso cavernario (publicado por Maeva) de la escritora norteamericana Jean M. Auel, el primero de los cinco libros de los que consta la saga denominada Los hijos de la tierra. Es una obra cuya primera edición vio la luz hace 30 años (1980) pero creo que esta cuestión no es motivo para descartar ninguna opción pues hay libros que pudieron no ser leídos en su momento y a los que uno se acerca con el paso del tiempo resultando ser una grata sorpresa. Posiblemente los más jóvenes no hayan oído nunca hablar de esta novela, e igualmente puede ser que algún adulto, aun reconociendo el título, no se haya decidido nunca a abordar sus más de mil páginas; no obstante, el buen lector no debe intimidarse por la extensión pues, cuando se disfruta de una obra, es preferible que ésta sea extensa para prolongar en el tiempo el deleite que produce su lectura.

El libro obtuvo tanto éxito que, en 1986, fue llevado al cine de la mano de Michael Chapman, con Daryl Hannah en el papel protagonista; aunque, como suele ocurrir, la película no refleja en absoluto la complejidad, profundidad y riqueza de matices de la obra literaria. Así pues, esta es mi primera recomendación.

En principio, se trata de una lectura, como requiere la temporada estival, fácil y entretenida que cuenta, además, con el aliciente de que si el lector se “engancha” a ella, lo cual es bastante probable, puede continuar con las cuatro partes restantes que completan la saga, a saber, El valle de los caballos, Los cazadores de mamuts, Las llanuras del tránsito, y la quinta y última, por ahora, Los refugios de piedra. En mi opinión, las tres primeras, publicadas entre 1980 y 1985, son bastante entretenidas, interesantes, amenas y curiosas, pero la cuarta (1990) y la quinta (2002) resultan mucho menos atractivas; me parecen lentas, repetitivas y carentes de originalidad, por lo que mi recomendación se centra en las tres primeras. Al parecer, la colección se va a completar con un sexto volumen cuya publicación se ha anunciado para este año.

La serie relata la vida y las aventuras de Ayla, una niña cromagnon que queda sola en el mundo tras un cataclismo y que es adoptada por un grupo de neandertales, el Clan del Oso Cavernario que da título al primer libro.

Ambientada en la Europa del Paleolítico, a mediados de la Glaciación de Würm, en un momento en el que supuestamente coincidieron ambas especies antes de que la primera, a la que pertenece la protagonista, acabara con la segunda, la obra nos traslada de manera sorprendente a esa época tan desconocida, la Prehistoria y nos presenta, con todo lujo de detalles, la sociedad de la Edad de Hielo: las relaciones humanas, las creencias, la forma de vida, la actitud hacia la naturaleza, las primeras manifestaciones artísticas, los ritos o la organización social, a través de las vivencias de la pequeña huérfana.

Es una novela muy bien ambientada que atrapa al lector conforme avanza la historia, si bien, al principio, es difícil situarse y adentrarse en un mundo que resulta extremadamente lejano en el tiempo; cada dato que nos aporta, cada situación que se nos describe es fruto de un enorme y concienzudo trabajo de documentación e investigación antropológica; no en vano su autora, además de estudiar a fondo este periodo de la Historia, realizó varios cursos de supervivencia en los que aprendió a construir refugios de hielo, hacer fuego, construir herramientas de piedra, curtir la piel para fabricar prendas de ropa y zapatos y, en fin, experimentó lo que suponía vivir en unas condiciones extremas similares a las vividas por la pequeña Ayla y el resto de personajes.

La pretensión de reflejar con exactitud el modo de vida de estos individuos y el intento de reflejar el mundo tal cual lo experimentaban obliga a la autora a aportar numerosísimos datos en relación a los episodios cotidianos que constituyen la trama y que se traduce en un llamativo abuso de las descripciones que relentizan el argumento por el exceso de celo en el detalle y la minuciosidad de las exposiciones lo cual justifica la opinión de algunos lectores que la consideran una obra, en ocasiones, lenta y “cargante”; a mí, personalmente, no me lo parece en absoluto pues considero que estos detalles son el elemento esencial para poder asimilar e interpretar la forma de vida del hombre de la Edad de Hielo.

En este sentido debo señalar que se ha criticado en numerosas ocasiones la falta de base científica (incluso respecto al tema central que es la convivencia en el espacio y en el tiempo de ambas especies) y la inexactitud de numerosos elementos que aparecen referidos en la novela. No voy a entrar en una polémica que considero absurda dado que hay que partir de la premisa de que toda obra literaria es pura ficción; puede estar mejor o peor documentada, acercarse en mayor o menor grado a la verdad, reflejar de manera más o menos mimética la realidad, pero siempre es fruto de la mente de un escritor. Ningún lector sensato se acercaría a una novela, por muy histórica que se haga llamar, para estudiar un periodo concreto de la Historia con rigor científico, aunque este tipo de obras sirvan en ocasiones para aportar algunos datos en este sentido. Al abrir una novela se presupone un acuerdo tácito entre escritor y lector acerca de lo relatado, en el sentido de que lo que en ella se presenta, aun siendo verosímil, no tiene por qué ser verdadero, de hecho nunca lo es. No se trata, pues, de un libro científico ni de un tratado de Historia. Es una novela, un texto que llamamos literario y cuya característica esencial es la carencia de una finalidad práctica, incluso la función didáctica queda relegada a un segundo plano; su objetivo primero es estético, se trata de producir placer mediante el juego literario.

Así entiendo la lectura. En este caso, el libro permito disfrutar de la narración, sin más.

No obstante, y al margen de pretensiones de tipo ciéntifico, Jean M. Auel consigue con esta obra de manera sublime introducirnos en una época bastante desconocida para el gran público, al hacernos partícipes de las vivencias de una sociedad que son el origen del nuestra especie. De la mano de Ayla el lector disfrutará de un viaje en el tiempo que lo trasladará al mismo origen de la raza humana.

domingo, 18 de julio de 2010

A propósito de “Invisible”, de Paul Auster

Invisible es el título de la última novela del afamado escritor norteamericano Paul Auster en la que con un magistral juego de personas narrativas nos introduce en la vida, real o fingida, y en las fantasías y fantasmas de una serie de personajes, en mi opinión un tanto artificiales, que se relacionan de manera casual, sin llegar a conocerse verdaderamente, en una trama más bien sosa pero relatada con absoluta maestría, basada en una sucesión de relatos superpuestos que se entrecruzan en el espacio y en el tiempo.
Lo que este libro tiene de excepcional no es, como suele ocurrir en las novelas de Auster, la historia en sí, sino la forma de narrar, el estilo, y la reflexión a la que puede incitar su lectura; como alguien ha dicho es una auténtica “clase magistral de técnica narrativa”.
La novela se articula en tres partes hábilmente enlazadas, si bien cada una de ellas corresponde a un tiempo, pasado y presente especialmente, a una punto de vista de los hechos y un lenguaje literario, una forma de expresión, concreto y particular, acorde con cada una de las situaciones que los personajes viven en los diferentes periodos temporales.
El argumento, que encierra numerosos elementos autobiográficos, se centra en el manuscrito que el protagonista, Adam Walker, enfermo y a punto de morir, envía a un compañero de la universidad, el famoso escritor James Freeman, para que valore la posibilidad de publicarlo en forma de novela bajo el título de “1967”, año en el que el entonces joven poeta en ciernes conoce a la extravagante pareja formada por Rudolf Born y Margot, personajes con los que entabla una ambigua relación y vive unas experiencias que lo marcarán para siempre determinando, en cierto modo, su futuro; a partir de ese momento ambos y las personas que conocerá por su relación con ellos jugarán un importante papel en la vida del escritor. Todos los acontecimientos que Walker relata en las tres partes que envía a Freeman son fruto de la casualidad comenzando por su relación con la extraña pareja, el posterior asesinato de Williams, el viaje a París o la relación con Heléne y Cecile.
Sean fruto de la casualidad, el instinto o el deseo, probablemente, las partes que más llaman la atención en la obra son, en primer lugar, las alusivas a la violencia, en cualquier forma en que ésta se presenta, que constituye el motor generador del conflicto interior del protagonista y de un sentimiento de culpa que, en cierto modo, desencadena su postura ante la vida y su actuación posterior; y, en segundo lugar, al sexo, para colmo incestuoso, que transgrede una de las normas esenciales de la moral occidental.
No obstante, la clave de la novela no radica en los hechos en sí, aunque esa es la impresión primera, sino en la incertidumbre que genera el texto según avanza acerca de si los episodios relatados por Adam son o no verdaderos, si lo que se nos cuenta son experiencias realmente vividas por él o, por el contrario, son un producto de su imaginación, en este caso, de los delirios de un moribundo.
Por otro lado, incluso este planteamiento sobre la finalidad de la novela es, en mi opinión, quedarse en lo superficial –aunque no por ello lo considero menos importante- porque ¿acaso importa si sucedieron o no? ¿para quién es significativo descubrir la verdadera historia? ¿para qué? La cuestión, creo, estriba no en si son o no ficción sino en la duda misma; es el conflicto humano que se origina entre la realidad y el deseo el que desencadena el conflicto, y que origina la imposibilidad, en muchas ocasiones -la mayoría- de establecer una frontera clara entre uno y otra. ¿Y cuál es, a la vista de ello, la verdad de Adam Walker? No existe una respuesta fácil y mucho menos clara: la verdad no puede verse, es invisible, porque sencillamente no existe como concepto unívoco y global; la verdad es aquello que cada uno, loco o cuerdo, eso no tiene importancia realmente, considera que es. ¿Es la realidad la verdad o la verdad se esconde en el mundo irreal de los deseos? Todo es, pues, invisible porque la visión, aparte la capacidad física, es algo subjetivo y como tal sólo visible para un individuo, y ni aun en muchos casos para él mismo, traicionados como somos por nuestra propia memoria o percepción de los hechos. En este sentido es obvio que incluso lo visible es invisible.
En una entrevista concedida por Paul Auster al periódico La Vanguardia en noviembre del 2009, el novelista afirmaba que “La verdad es una de las cosas más frágiles del mundo, no sabemos qué sucede realmente. Incluso nuestra propia memoria se destruye mientras trabaja nuestra experiencia. Y descubrimos más cosas conforme nos hacemos mayores. Si yo fallo, si me equivoco al recordar cosas, y es mi propia vida, ¡imagínate cómo son las consideraciones que hace la gente! Es fascinante. La memoria juega con nosotros.”; y concluye con una pregunta cuya respuesta él mismo ofrece y que aclara el propósito de esta novela: “¿dondé está la verdad? Este es el libro de lo invisible. Tal vez la verdad es invisible”.
El autor combina de forma brillante en este relato el hoy y el ayer a través del uso de la memoria del personaje principal cuyos recuerdos quedan en entredicho al relacionarlos con los que ofrecen a su vez el resto de personajes.
Es un libro –el de la ficción, digo- escrito desde el recuerdo y no se nos permite creer que la realidad es tal y como la recordamos pues, independientemente de que existan elementos puntuales que alteren el recuerdo (en el caso de Walker la enfermedad terminal, la medicación, la soledad...) la memoria, desde el presente manipula inconscientemente los recuerdos hasta el punto de llegar a creer que la realidad que creemos (la que deseamos) existió. Los deseos insatisfechos originan frustración y actúan en el subconsciente de esa forma.
Juego entre la realidad y la fantasía, el argumento se desliza por la frágil y delicada línea que separa ambos, y que, conforme avanzamos en la lectura, se torna más complejo pues la realidad que el libro pretende mostrar se va ocultando, transformando en “invisible”, aunque esto sucede, paradójicamente, mientras se nos van ofreciendo más y más datos con el fin de que la “verdadera” historia, que aparece en todo momento fragmentada e incompleta, pueda ser reconstruida, y que la verdad salga a la luz. Llegado el final –que es sorprendente y, por ello, no desvelaré-, el lector se encuentra absolutamente desconcertado sin acertar a discernir quién está loco y quién cuerdo, qué parte del relato es ficción, cuál es ficción de la ficción y cuál, realidad. Se trata, pues, de un juego, como ya he señalado, entre la realidad y el deseo: ¿es verdadero lo contado o lo pensado? ¿se corresponde lo verdadero con lo real, caso de poder identificar lo primero?
Y en relación con todo ello surge el tema de la identidad, ¿quién es Adam Walker? Ese personaje al que hemos conocido a través del relato de su vida deja de existir en el momento en que se pone en duda la verdad de lo contado. Es su propia existencia, su propio ser lo que realmente desaparece, se torna invisible para su amigo Freeman y, al mismo tiempo, para el lector. Adam Walker, en su mundo inventado, no existe.
Pero volviendo a la reflexión que me provoca la lectura de esta obra, el título nos lleva a preguntarnos a qué se refiere Paul Auster con el adjetivo invisible, qué sustantivo es calificado con este término: en principio la persona de Adam es -mejor dicho- se cree invisible para el resto, si bien, en todos los que lo conocen deja una huella que parece imborrable, aunque su vida queda, al fin, invisible; ninguno de los personajes, como apunté al comienzo, llegan a conocerse realmente.
Y por último, la verdad es invisible, tan invisible que uno no acierta a separarla de la mentira, del engaño, en fin, de la fantasía. Cada cual se inventa y reinventa para poder hacer la vida más asumible, para poder enfrentarse a sus propios miedos y en esa recreación del yo hay una necesaria recreación de “los otros” pues no se puede pretender vivir ajeno a las influencias que uno recibe del exterior y que emite a su vez. Interacción compleja y necesaria que esta novela pone de manifiesto sin dejar de lado la individualidad del protagonista, la verdadera soledad del ser humano que bucea y a veces nada contracorriente en el mundo que le ha tocado vivir. Todo es, en resumen, invisible porque cada ser humano se construye una identidad, inventa su propia realidad y elige qué papel representará en ella. Y todo ello para no ser invisible, aunque en ese esfuerzo por hacerse ver se va tornando cada vez más oculto.
A veces, como el propio protagonista afirma, se hace necesaria la perspectiva para poder entender y asumir la realidad; de ahí el juego de figuras narrativas al que he aludido anteriormente:
“Me hacía falta distanciarme, dar un paso atrás y crear un espacio entre mí mismo y el tema (que no era sino mi propia persona), así que volví al principio de la Segunda parte y empecé a escribirla en tercera persona. Yo se convirtió en Él, y la distancia establecida entre aquel pequeño cambio me permitió acabar el libro”
Y de ese modo, adoptando diferentes perspectivas, el individuo puede acercarse a las diferentes realidades que, quizás -sólo quizás- constituyen “la verdad” de su existencia.
En las novelas de Paul Auster -y esto que voy a decir es una experiencia personal- generalmente la trama pierde interés conforme avanza el relato: cuando me sumerjo en la lectura, cuando me atrapa la narración, la anécdota pierde toda relevancia y mi atención, quizá involuntariamente, se centra en la vida interior de los personajes, en sus propios conflictos, en lo que no se dice de ellos, en la reflexión a la que me empuja su comportamiento o sus discursos. Con el paso del tiempo, apenas recuerdo la historia de los libros que he leído, pero en el caso de Auster me queda siempre el conflicto personal, la parte oculta del ser humano que tan sutil y, a la vez, claramente sabe plasmar el autor.

Invisible es, en mi opinión, la mejor novela hasta el momento del escritor norteamericano: una obra técnicamente genial y un ejercicio creativo impecable. Su lectura se hace, pues, imprescindible para todos los que se consideren amantes de la lectura.

sábado, 10 de julio de 2010

El certamen literario “Molino de Viento de la Bella Quiteria

Hace ahora 35 años que tuvo lugar la primera edición de un peculiar y curioso concurso literario, el del Molino de la Bella Quiteria, que cada primer sábado de julio se celebra en Munera, un pueblo de la provincia de Albacete.

Se trata de uno de los certámenes más célebre y reconocido de la región, y que cuenta con una dilatada tradición y una elevada participación; a lo largo de las diferentes ediciones escritores de todos los rincones de nuestra geografía han presentado sus trabajos y obtenido el reconocimiento del jurado. La fama de este concurso ha traspasado nuestras fronteras adquiriendo dimensiones internacionales con participantes, en ediciones anteriores, de lugares tan lejanos como Luxemburgo, Argentina o México.

Es muy posible que los lectores hayan asociado ya el nombre de este certamen con el del personaje principal de uno de los episodios más conocidos de la famosa novela de Miguel de Cervantes; se trata de Quiteria, la bellísima novia del pasaje titulado Las bodas de Camacho que, según la expertos y críticos como Otto Neussell, J. García Templado o Samuel de los Santos, está localizado en esta población manchega, en una zona muy próxima a la que hoy alberga el famoso molino, y que se relata en los capítulos XIX, XX y XXI de la segunda parte del Quijote.

El nombre de Quiteria era muy popular antiguamente en esta población ya que en ella se erigía la iglesia de Santa Quiteria, la primera que tuvo el municipio, hoy desaparecida, y era usual poner a las nacidas en ella el nombre de la santa local. Por otro lado, en la obra podemos hallar diferentes alusiones a zonas reconocibles de los alrededores (Sotuélamos, cueva de Montesinos…).

La idea de la construcción de un molino de viento, emblema de la obra cervantina, en ese lugar así como la institución y organización del concurso surge del matrimonio formado por el periodista Enrique García Solana, cronista oficial de la villa, y su esposa Amparo Gavidia Murcia, maestra de profesión, como homenaje al escritor alcalaíno y a su novela más universal, y se hace realidad en la primavera del 1975 con la inauguración del molino y la 1ª edición del certamen literario.

Hoy día, el molino se ha transformado en un interesante museo foto-etnológico en el que se llevan a cabo diversas actividades culturales entre la que destaca el certamen literario cuyos premios se entregan en un acto público al que puede asistir todo aquel que lo desee.

El concurso se convoca cada año en el mes de marzo y la fase de presentación de trabajos finaliza el 31 de mayo. El fallo del jurado se hace público mediante la lectura del acta el primer sábado del mes de julio, a las siete de la tarde, por decisión de don Enrique quien estudió la climatología local y concluyó que ese día no había llovido casi nunca en la localidad de ahí que se eligiera esa fecha; de hecho, en sus 35 años de andadura, nunca se ha suspendido por ese motivo.

El acto, que se lleva a cabo a la sombra del molino con la asistencia de un nutrido grupo de personas, escritores, profesores, amigos y, en general, amantes de la literatura, consiste en una presentación con lectura de algún pasaje del Quijote, y la entrega de premios a los ganadores que leen sus trabajos ante la audiencia; a continuación reciben como galardón, de manos de la fundadora, doña Amparo, una obra original realizada por el ceramista conquense Adrián Navarro Calero, y una pieza de cuchillería artesana de Albacete, una navaja en cuya hoja aparece grabada la edición en la que han sido premiados.

En esta ocasión se han presentado 125 trabajos, entre las categorías de poesía y prosa, y los ganadores se reparten entre Toledo, Madrid, Sevilla, Cuenca y Jaén.

Concluida la entrega de trofeos, el alcalde de la localidad pronuncia un pequeño discurso, y cierra el acto la propia doña Amparo que dirige unas palabras a los asistentes agradeciendo a todos su presencia y participación.

A continuación, la organización ofrece a los presentes una merienda manchega, emulando en lo que debió consistir el banquete de las famosa boda de Quiteria y Camacho, constituida por productos típicos de los que el plato fuerte son las gachas en sartén acompañadas de tajadas de tocino, güeñas, queso, y embutidos caseros con pan sentado y ensalada, bañado todo ello con cuerva hecha con vino de la tierra.

Un dato curioso, del cual se advierte en las invitaciones, es que todos los asistentes deben acudir provistos de la tradicional navaja albaceteña a modo de cubierto para poder degustar estos manjares también al modo tradicional. La cena se concluye con un delicioso postre al que Cervantes se refiere como “frutas de sartén” y que no son sino rolletes fritos rebozados en azúcar o miel.

Concluido el ágape los asistentes se agrupan para charlar en amenas tertulias que finalizan con la caída del sol.

El Concurso literario Molino de la bella Quiteria no es, obviamente, un certamen al uso sino que sus fundadores han sabido convertir este acontecimiento en una celebración en la que se aúna el placer de la literatura y el de la gastronomía, arte y fiesta, recreando al mismo tiempo uno de los pasajes más relevantes de la obra más universal de todos los tiempos: Las bodas de Camacho, de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.

Cada primer sábado del mes de julio, a las siete de la tarde, todo aquel que lo desee puede asistir a una fiesta en la que los anfitriones agasajan a sus invitados, como si de una boda se tratara, con exquisitos platos y los deleitan, al mismo tiempo, con la lectura de variados textos literarios.


jueves, 8 de julio de 2010

¿LA ESPAÑA INEXISTENTE? Sakamura, Corrales y los muertos rientes, de Pablo Tusset


Con un humor irónico que en más de una ocasión traspasa los límites de lo correcto y educado, Pablo Tusset, pseudónimo del escritor catalán David Homedes Cameo, nos introduce en una disparatada historia policíaca en la que se combinan crítica política, relato del absurdo y humor.
Los personajes protagonistas son una extraña pareja formada por el guardia civil de aduanas Corrales, un vulgar y típico macho ibérico, ordinario, de rudas costumbres y escasa inteligencia, -que constantemente recuerda al Torrente de Santiago Segura- y un detective de la INTERPOL, el maestro zen  Sakamura, todo delicadeza, finura, prudencia, sensibilidad e inteligencia, que tratan de desvelar el misterio que se esconde tras la aparición, en un pueblo de la Costa Brava, de varios extranjeros muertos que presentan un extraño color “rojo cangrejo” en la piel y una sorprendente mueca risueña en la cara.
A estos dos sujetos se unirá posteriormente la atractiva Agente 69, número simbólico, cuya misión no será ayudar a resolver los crímenes sino seducir al japonés para distraerlo de la tarea que le ha sido encomendada.
La trama gira alrededor de la existencia de una extraña máquina creada en Oriente Medio por un grupo islamista y comprada por los catalanes, el Reconector Neuronal, que es capaz de hacer que un individuo olvide completamente su lengua materna ( o lo haga al 50%, depende de la  potencia que se le aplique) para, automáticamente, hablar otra diferente, especialmente lenguas minoritarias, así como la relación de ésta con la aparición de los extranjeros muertos y con el denominado experimento “Catalonia”.
Sin saber muy bien lo que sucede, pero sospechando que es algo de envergadura, la intervención de la INTERPOL en un caso local pone en alerta a todos los poderes políticos de Madrid y del resto de Autonomías que entran en contacto para obtener información en sucesivos cruces de conversaciones telefónicas y reuniones de lo más esperpénticas y en las que, principalmente, participan el Lehendakari Satrústegui, el Presidente del Gobierno de España, Paquito, y el de la Generalitat, Andreu, que son representados con nombres ficticios pero con rasgos típicos que los identifican (como el propio nombre o el politono de sus teléfonos móviles). A ellos se añaden otros presidentes autonómicos como Vicentet, Pelayo o  Xosé, de Valencia, Asturias y Galicia respectivamente (caricaturas, al igual que los anteriores, de los sujetos que hoy pueblan el panorama político dentro y, en algunos casos, fuera de nuestras fronteras)
Junto a estos personajes encontramos también un comando terrorista vasco de IKEA (Iraultzaren Komando Euskaldun Abertzaleak) al que todos se refieren como “Los innombrables” (constituido por los encapuchados 1, 2, 3, 4, 5 y 6), ministros y ministras de todo pelaje, partidos políticos varios, periodistas como José Domingo de la Cascada o deportistas como Ricardinho, además de   miembros de la realeza como la Loles (reina Eusebia I) o el príncipe Felipe, metido a cantoautor, y su esposa Leticia que se dedica a tocar la bandurria.
Y todos, sin excepción, son ridiculizados de manera insolente, añadiendo a muchos de ellos, por si la intención no hubiese quedado clara, apodos insultantes o ridículos.
El libro  conforma una sucesión de tópicos que llevados al extremo provocan la risa por lo absurdo de las situaciones y la inevitable asociación que el lector no deja de establecer con personajes y circunstancias de la vida real de la España actual.

Por otro lado, la lengua en sí es uno de los elementos fundamentales que crea humor en el relato y contribuye a su intención crítica; me refiero, especialmente, al uso indistinto de tres de las lenguas de España (aunque el libro está escrito en castellano). El empleo de numerosas expresiones en vasco y catalán exige, obviamente, en la mayoría de las ocasiones, la traducción, que en algunos casos el propio autor se encarga de realizar mediante notas a pie de página, mientras en otros forma parte del argumento: por ejemplo, el inspector Corrales, traductor oficial del maestro Sakamura, aunque vive en Catañuña hace años, es de Carabanchel y no acaba de dominar la lengua de la tierra que lo acoge; ello, unido a que Sakamura habla y entiende poco el castellano, que ha aprendido estudiando las instrucciones de los aparatos eléctricos, da lugar a unas traducciones de los mensajes de éste por parte del guardia civil bastante chocantes y en absoluto próximos a su sentido correcto y a la intención del japonés.
Sakamura, Corrales y los muertos rientes es una obra que se acerca, irreverente, sin miedo, con descaro y en clave de humor al problema de los enfrentamientos entre Autonomías por lo que cada una tiene de diferente respecto a las demás; toda ella no es sino una parodia de la realidad de la España del siglo XXI, constituyendo una crítica aguda e irónica de los nacionalismos, y especialmente del conflicto lingüístico – trasfondo de la obra- y de los conflictos de intereses que acarrean,  y que hoy por hoy dominan la realidad de esa España que en la novela se denomina “la España inexistente” pero que todos reconocemos como muy real.
El libro es una burla  desvergonzada de las instituciones y lo institucionalizado, del poder político y de la monarquía, de los cargos públicos y de la propia sociedad que mantiene esa visión enfrentada de las diferentes realidades que hoy conforman eso que llamamos España.
Por otro lado, tras la lectura de la novela, no queda clara la intención del autor respecto a la diversidad lingüística: desmitificar la excesiva importancia que se le da al hecho de usar o poseer una lengua propia o reivindicar este hecho.
De cualquier modo es un libro que, sin ser literariamente  extraordinario, es fresco y entretenido, y consigue mediante el humor hacer reflexionar al lector sobre las absurdas situaciones que se dan en nuestro país y que tienen su origen en las diferencias culturales – especialmente la lengua- que, al parecer, separan a los individuos.

“¿No dices siempre que España es diversa?, pues los andaluces somos -dice la reina Eusebia I, que es de Jerez de la Frontera, al President- gandules pero graciosos, los aragoneses cazurros pero nobles y a vosotros os toca ser tacaños pero juiciosos, caramba, si no dónde está el hecho diferencial...”

domingo, 4 de julio de 2010

Homenaje a José Saramago: LUCIDEZ Vs. CEGUERA: LA PROCLAMA DE UN REVOLUCIONARIO

Algunos escriben obras literarias; otros, filosóficas o políticas, pero sólo unos pocos han sido capaces de armonizar todos estos aspectos en cada una de ellas para, a través de la ficción, ahondar en la oscura alma del ser humano y en su conducta como individuo social, desde una postura crítica y reivindicativa.
José Saramago, escritor vital y comprometido hasta sus últimas consecuencias, uno de los más insignes y lúcidos escritores, y uno de los grandes pensadores de nuestra época, ha muerto en su refugio de Lanzarote, y con su desaparición el mundo de las letras, de la literatura y del pensamiento ha perdido una de las figuras más destacadas de las últimas décadas.
Desde una ideología declarada y marcadamente comunista y agnóstica, defendida hasta el final de sus días, el escritor lleva a cabo un profundo análisis del mundo actual y de la condición humana, a la vez que realiza una aguda y dura crítica de la sociedad occidental y de su comportamiento como grupo desde la ficción que supone el hecho literario; pero al mismo tiempo, en cada una de sus obras, se vislumbra una fe sólida en el ser humano y en su capacidad para salir de ese estado de ceguera intelectual, ideológica y social en el que se halla sumido. El hombre, como individuo, como ente pensante y ser inteligente, debe redimir y salvar al grupo.
Cada una de sus obras es un intento de despertar las conciencias, ya sea desde la provocación, ya desde la simulación o desde la denuncia, y de abrir los ojos a una sociedad, la nuestra, indiferente, poco crítica y dócil ante las manipulaciones y el abuso del poder en cualquiera de sus manifestaciones.
La civilización occidental debe salir del letargo en el que se encuentra, acomodada en un sistema de vida capitalista, en el que la escala de valores sitúa en primer término lo superfluo, dejando a un lado los valores éticos de solidaridad, compromiso y sensibilidad, y en el que el hombre, ignorante de su alienación, es manipulado por los poderes fácticos y esclavo de unas ideologías impuestas, en algunos casos, por la tradición de la que difícilmente puede liberarse.
Desde una postura ética, abierta y radical al mismo tiempo, crítica la resignación para asumir doctrinas, especialmente religiosas, que comprometen la libertad del hombre y nublan su razón. Esta ceguera es la causa de su esclavitud; se hace necesario recobrar la visión, la lucidez, cuando el resto el mundo permanece ciego, vagando sin rumbo en una espesa nube blanca, y la supervivencia, única razón para actuar, marca las pautas de conducta.
Usando su palabra como revulsivo para incitar a nuevos planteamientos, ésta será la luz que ilumine el camino hacia una nueva sociedad fruto de una visión renovada que empujará al hombre a la rebelión transformándolo en un ser libre para actuar, para cambiar el status quo y construir un mundo mejor, más justo y más habitable, más social, en el sentido marxista del término; se trata de la defensa de un socialismo revolucionario que el escritor reivindica desde la literatura y que defiende utilizando como arma la palabra.
Pero para que estos planteamientos se hagan realidad es necesario ver la luz, salir de la oscuridad, abrir los ojos, cuestionarse lo establecido y replantearse las normas que rigen las relaciones sociales y la propia vida. Hay que destruir para crear. Hay que cambiar para progresar.
Esta es la proclama que, de un modo u otro, trasmite con cada una de sus obras desde las que se reivindican valores éticos de compromiso personal, social y político.
Así, inquieto y preocupado, pero en armonía con su entorno, se nos presenta la figura de este escritor que manejó como ningún otro la alegoría en sus novelas para trasmitir una visión personal y apasionada del mundo en el que le hubiera gustado vivir:

“Soy un hombre que mantiene intacta la capacidad de indignación. Tengo un cabreo profundo, permanente... En América, hace poco, me hablaban de los epitafios. Mire, si yo pudiera redactar mi propio epitafio diría "aquí yace, indignado, fulanito de tal". La indignación es, digamos, mi estado habitual. […] Por decirlo de una forma que puede parecer chocante, estoy en armonía con un mundo que no me gusta.”