lunes, 23 de agosto de 2010

Otra vuelta de tuerca al tema del Holocausto. La ladrona de libros, de Markus Suzac .

Como el resto de facetas de la vida actual, la literatura funciona, en líneas generales, por modas. Aparece un argumento que tiene éxito y en un periodo de tiempo asombrosamente breve encontramos las librerías inundadas de obras que abordan hasta la saciedad el asunto en cuestión hasta hacernos aborrecer el género: Novela histórica, nazismo, guerra civil, vampiros...
Hace unos años y por influencia –creo- del cine, un gran número de escritores encontraron un buen filón de inspiración en la tragedia del Holocausto: la barbarie nazi vende. Aunque siempre se habían llevado a la gran pantalla muchas buenas películas sobre este que podríamos llamar “genero literario” (recordemos, por citar algunas de las más conocidas, El gran dictador, Odessa, La decisión de Sophie, La caja de música, El diario de Anna Frank), gran parte de ellas basadas en novelas de éxito, el público en general no había mostrado excesivo interés por el tema; pero en 1993 se abre una nueva etapa cuando Steven Spilber, con su aclamadísima y oscarizada Lista de Schindler, obra maestra que en poco tiempo se convirtió en película de culto, logró despertar el interés y el gran público se dejo fascinar, como por arte de magia, por este negro capítulo de nuestra historia reciente.
Dado el éxito del film pronto empezaron a aparecer nuevas películas que con matices diversos tenían como denominador común la barbarie del nazismo, los campos de exterminio o las vidas marcadas por ello, bien como tema central, como trasfondo o como mero decorado literario.( La vida es bella, El pianista, La operación Valkiria, El hundimiento, Malditos bastardos..., por citar algunos éxitos de taquilla)
La literatura no escapó a esta tendencia e influenciada por ella comenzó a explotar el asunto: las librerías exhibían portadas con esvásticas y pijamas de rayas en todos escaparates: El violín de Auschwitz, El hombre de Viena son algunos ejemplos; volvió a ponerse de moda El diario de Anna Frank, y se recuperaron obras escritas muchos años antes como Sin destino (1975) del premio Nobel húngaro Inre Kértész. De entre todas ellas la que ha batido récord convirtiéndose en poco tiempo en un best seller a nivel mundial fue El niño con el pijama de rayas (2006), de John Boyne que ha vendido más de cinco millones de ejemplares por todo el mundo y ha sido traducida a más de 30 idiomas. Posteriormente y, para no matar la gallina de los huevos de oro, muchas de ellas, como es el caso de las dos últimas, fueron llevadas al cine aprovechando el tirón.
Sirva todo lo anterior como introducción para presentar el libro que ahora recomiendo y que, al igual que los que he citado anteriormente, entra en el grupo de obras que tienen como tema de base el Holocausto, si bien, en este caso, la original propuesta tanto en el planteamiento del contenido como en la estructuración de la novela y la organización de los capítulos (utilizando subtítulos y esquemas), el estilo escueto, en ocasiones casi telegráfico, los personajes, las ilustraciones así como la figura y la visión del narrador –narradora, en este caso- lo hacen especial y diferente a todos los anteriores desligándose así del machacón planteamiento de gran parte de ellos; la obra en cuestión es La ladrona de libros (2009) del joven escritor australiano Markus Zusak, que fue escrita, según él mismo ha comentado, a partir de los recuerdos de su infancia (no en vano la protagonista es una niña de nueve años) y de las historias reales que oyó contar a sus padres sobre la Alemania de posguerra en la que ambos vivieron.
El libro presenta episodios reales así como personajes inspirados en individuos de carne y hueso. No obstante, es una obra que, si bien presenta como tema de fondo el nazismo es, como digo, singular y atípica.

Es una novela –debo confesarlo y prevenir a los posibles lectores- que puede “no enganchar” en las primeras páginas; es más, a algunos lectores les puede parecer confusa y provocar perplejidad ya que no queda claro el asunto, ni la situación, ni el tiempo, y produce cierta extrañeza y desconcierto el discurso inicial, hasta que poco a poco (según, además, nos vamos haciendo a la original disposición de los elementos del discurso) descubrimos que el sujeto que hay detrás del relato, la persona narrativa, no es otra que la muerte y que es ella quien desde su atemporalidad nos narra todos los acontecimientos. Estamos ante el Holocausto contado por la propia protagonista del mismo cuya misión principal es el traslado de “pasajeros” de una zona a otra. Ella, reacia en ocasiones a segar vidas, es la que con su pensamiento y sus reflexiones nos sitúa ante la dramática situación que se vivió en Europa; es una muerte sensible y humana, aunque parezca una paradoja, que el lector percibe cercana en el sentido de que muestra sentimientos humanos e incluso en ocasiones se permite algún comentario o pensamiento irónico y chistoso:

“De verdad, puedo ser alegre. Amable, agradable, afable...Y eso sólo son las palabras que empiezan por “a”. Pero no me pidas que sea simpática, la simpatía no va conmigo.”

Es un libro que, especialmente al principio, requiere una atención extrema hasta que el lector se familiariza con la forma de contar, con los acontecimientos, los tiempos y los personajes. El argumento de la obra no es, ni mucho menos, la narración de la penalidades y sufrimiento de las víctimas del nazismo, aunque están ahí en todo momento: la historia nos habla de la importancia y la fuerza del lenguaje, de la palabra, tanto como elemento aniquilador como redentor, y de cómo algunos alemanes no se dejaron hipnotizar por el discurso absurdo de un loco y lucharon en la sombra contra la barbarie y la sinrazón, oponiendo una silenciosa resistencia a los postulados hitlerianos.
Es esencialmente una historia sobre los libros, sobre la necesidad de utilizar la palabra y de comprenderla y sobre el poder extraordinario de ésta.
Liesel, la protagonista, es una pequeña de nueve años a la que la muerte acompaña durante toda su vida. Cuando la conocemos acaba de bajar de un tren y se encuentra junto a su madre y a Werner, su hermano pequeño cuyo cadáver llevan en brazos. La niña es adoptada hasta el final de la guerra por una familia de aparentemente “buenos” alemanes , Hans y Rosa Hubermann, a la que no le interesa la política sino la honradez, la dignidad y la fidelidad a los principios esenciales del ser humano, personas sencillas, comprensivas y sensibles, gente de buen corazón, que anteponen el ser humano a las ideologías absurdas y que, en desacuerdo con la situación que se ven obligados a vivir acogen , al igual que a Liesel, a un amigo judío, Max, que mantienen oculto en el sótano para salvarlo de una muerte segura arriesgando sus propias vidas.
La relación de la pequeña Liesel con sus nuevos padres, especialmente con Hans, y con el joven judío del sótano será determinante en su forma de ver la vida y de salvarse a sí misma. Es un libro de relaciones verdaderamente humanas en una situación inhumana.
Hans, el padre adoptivo de Liesel le enseñará algo fundamental: le descubrirá el alfabeto y le enseñará a leer; por otro lado, los cuentos que Max escribe en la soledad de su refugio para escapar al horror le abrirán los ojos a una nueva dimensión: los libros. Con el “Manual del sepulturero”, el primero que Liesel consigue robar el día del entierro de su hermano (que pertenecía al enterrador), Hans y ella pasarán largas noches en el sótano, escondidos de la mirada crítica de Rosa, practicando con las letras hasta que la niña es capaz de identificarlas y, lo que es más importante, entender las palabras que forman y comprender la información que trasmiten.
A partir de entonces su entretenimiento favorito será “robar” libros de la biblioteca del alcalde para poder perderse en sus ficciones convirtiendo la pasión por la lectura en una obsesión, hasta que, animada por Max, se atreverá a escribir sus propias vivencias, inquietudes, y experiencias adolescentes con su mejor amigo Rudi.

“Antes de entrar en sus respectivas casas, Rudy se detuvo un momento.
- Adiós, Saumensch. –río-. Adiós, ladrona de libros.
Fue la primera vez que otorgaban dicho tratamiento a Liesel, y no consiguió ocultar lo mucho que le gustó. Como ya sabemos, había robado libros en anteriores ocasiones, pero a finales de 1941 pasó a ser algo público. Esa noche, Liesel Meminger se convirtió oficialmente en la ladrona de libros.“

Las historias y las lecturas de Liesel se convertirán en la tabla de salvación de sus vecinos y familia adoptiva (incluso será un libro el que salve su propia vida). Sus palabras servirán para acompañar y consolar a los que viven bajo el miedo de los bombardeos o la traición y les ayudarán a evadirse del oscuro mundo en el que habitan creando un universo paralelo a su triste existencia, a superar el miedo y a mantener viva la esperanza en un futuro mejor.
Es, en fin, esta novela una emotiva historia sobre la humanidad, el amor a los libros y el poder de la palabra para transformar la realidad, para luchar contra la adversidad, como forma de conocimiento, como testimonio o como mero placer; y es, esencialmente, una crítica a la manipulación ideológica, a la alienación del ser humano y el pensamiento único e irracional.
Se ha dicho que es “el libro de la niña que le robó las palabras a Hitler”. Y las supo utilizar para alcanzar la libertad.

                                                “Los libros me enseñaron a pensar, y el pensamiento me hizo libre.”
                                                                                                         (Ricardo, Corazón de León)