sábado, 23 de julio de 2011

El haiku: una forma “literaria” de aprehender el momento

Durante los días 6, 7 y 8 de julio se ha celebrado en la localidad albaceteña de Aýna el II Encuentro Internacional de Haiku organizado por la AGHA (Asociación de la Gente del Haiku en Albacete) y la Universidad de CLM.

Aýna es una pequeña población y uno de los parajes más sugestivos de Castilla La Mancha. Se encuentra situada en un incomparable marco natural: el cañón del río Mundo, en la comarca de la Sierra del Segura, enclave abrupto y singular de excepcional belleza que muchos recordarán por la famosa película de José Luis Cuerda Amanece que no es poco, rodada íntegramente en la zona.

Todo el valle del río es una sucesión de encantadores rincones, ideales para la contemplación. No en vano se ha elegido este lugar para el encuentro pues la esencia del haiku es la naturaleza misma y solo de su contemplación pueden surgir tan extraordinarios versos.

No son muchos todavía los aficionados a la lectura o escritura de este tipo de composiciones difíciles, por otro lado, de entender desde nuestra cultura, aunque poco a poco se va introduciendo en occidente y cada día crece más el número de personas que encuentran en ella una de las formas más puras de poesía.

En el curso se han dado cita algunos de los más prestigiosos escritores de haikus (haijines), expertos conocedores de esta técnica centenaria, así como aficionados y curiosos. Entre ellos destacó la presencia de Vicente Haya, profesor invitado de la Universidad de Nagasaki, dedicado desde hace más de doce años al estudio de la poesía tradicional japonesa y gran conocedor de la cultura nipona, discípulo de Reiji Nagakawa, que tradujo al japonés el Ulises de James Joyce.

El haiku cuenta hoy con un gran número de seguidores en los países de habla hispana, especialmente en Latinoamérica, que han podido estar al tanto de las actividades realizadas en el curso a través de la red y que son asiduos colaboradores de El rincón del haiku y otros foros y revistas digitales dedicados a estas composiciones japonesas. Curiosamente la dirección de esta web recuerda el título de un libro que sobre el género publicó en 1999 el uruguayo Mario Benedetti, Rincón de Haikus.

Uno de los primeros escritores hispanoamericanos que se sintió atraído por la literatura nipona en general, y por el haiku en particular, y también uno de los primeros en dar a conocerla en su país, Méjico, fue el premio Nobel de Literatura Octavio Paz con la traducción y publicación en 1955 – junto a su amigo japonés Eikichi Hayashiya- de Oku no Hosomichi (Sendas de Oku) un libro de viajes que combina prosa y verso denominado haibun, una de las obras más conocidas de Matsúo Bashô (1644-1694), considerado el padre del haiku y uno de los cuatro grandes maestros junto a Yosa Buson, Isa Kobayashi y Masaoka Shiki.

Posteriormente otros escritores como Jorge Luis Borges se han acercado de manera ocasional a este género; de hecho, la obra de Julio Cortázar Salvo el crepúsculo toma su nombre del último verso de un haiku compuesto por Bashô y traducido por Octavio Paz


Este camino

ya nadie lo recorre

salvo el crepúsculo.

En España algunos escritores se han aproximado al género con mayor o menor profundidad y acierto como Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén o Antonio Machado al que pertenecen los siguientes versos


Tan solitaria

una pluma de cuervo

en la nieve


que recuerdan demasiado a otros del maestro Bashô


Un cuervo horrible

qué hermoso esta mañana

sobre la nieve

El haiku es una composición breve japonesa formada por 17 moras (unidades parecidas a la sílaba que mide el peso silábico, es decir, la duración de los segmentos fonológicos que componen la sílaba) estructuradas siempre en 3 versos sin rima, normalmente de 5, 7 y 5 moras respectivamente, si bien esta distribución no es fija. Los tres versos que constituyen el haiku presentan siempre una pausa versal, solo una, llamada kire, que normalmente aparece en el primer verso y que separa el texto en dos imágenes confrontadas; generalmente es señalada por un signo de puntuación o una “palabra cortante”, kireji, que se comporta como el elemento estructurador del poema al enfrentar ambas partes. En algunas ocasiones, se acompañan de alguna pintura muy sencilla llamada haiga.

Tradicionalmente el haiku trata de describir fenómenos naturales, especialmente centrado en el cambio de las estaciones, por lo que suele contener una palabra clave denominada kigo que indica la estación del año a la que se refiere. En cualquier caso, lo más usual es que en el verso primero se incluya un elemento del exterior que marca el momento en el que algo sucede, es decir, la ubicación temporal o espacial del poema, y suele tener un carácter estático; y en los dos siguientes, lo activo, el hecho en sí que ha motivado el aware (impresión) y llamado la atención del observador.

El haiku capta un instante especial en el tiempo, presenta un fenómeno puntual que por alguna razón ha conmocionado íntima e intensamente al poeta; pero lo que el haijin pretende no es describir o manifestar esa impresión, no trasmite conceptos o deducciones, no se trata del mundo interior sino del exterior; el haiku representa el hecho en sí, sin juicio ni emoción, sin ningún proceso intelectual. De Bashô es la definición más conocida: "Haiku es simplemente lo que está sucediendo en este lugar, en este momento". Así pues, atiende a lo inmediato, a lo directo.


furu ike ya

Kawazu tobikomu

mizu no oto


Un viejo estanque

Una rana salta:

ruido del agua

(Bashô)

Aparentemente el haiku puede parecer simple pero nada más lejos de la realidad: sencillo, sí; simple, no; y componerlo es todo un desafío puesto que se rige por unas estrictas normas.

En primer lugar, este tipo de composición surge de la necesidad de reflejar –como ya he señalado- un momento de la realidad que produce en nosotros una conmoción profunda (aware) producto exclusivamente de la percepción sensorial sin más; una operación similar a tomar una instantánea fotográfica en la que no cabe ningún tipo de interpretación. Consiste en manifestar mediante la palabra lo que sucede “aquí” y “ahora” y que supone un impacto sensorial para el sujeto-poeta o haijin, si bien el “yo” no existe, no puede aparecer en el poema salvo objetivado. El haiku es un poema del objeto, no del sujeto, y es aquel el que se muestra, el que viene a nosotros y no a la inversa.

El sujeto no es, en este caso, el que va en busca de la “cosa”, del objeto, sino que es él el que, de manera involuntaria, encuentra al sujeto. Surge de un sentimiento, pero no lo manifiesta; se trata de representar con palabras aquello que lo provoca, sin afección ni afectación. Y en este término (afectación) se halla otra de las características esenciales de este tipo de textos: la ausencia absoluta de retórica; su perfección se mide por su sencillez, por eso admite la aparición de localismos o coloquialismos, pero no de figuras estilísticas que derivan la atención y manipulan lo obvio.

Un haiku debe ser claro, transparente, sin dobles sentidos, sin interpretaciones, no admite la imaginación, es tan sensorial como lo es ver la caída de una hoja, una amapola que nace entre cardos, oír el chapoteo de una rana o el silbido del aire entre las ramas de un árbol.

Pero el aware no solo emana de estas bellas imágenes sino que puede producirse ante una realidad fea o desagradable, y ello, si el impacto emocional se produce, también puede ser motivo de un haiku.

El haiku no es literatura; no lo es, al menos, en la forma en que se entiende en nuestra cultura pues un texto calificado como tal se caracteriza especialmente porque en él se produce una manipulación de la lengua con la finalidad de crear belleza –muchos defienden que ahí radica su esencia- y mediante ello se consigue la finalidad que tales textos persiguen, a saber, la sorpresa, el extrañamiento en el lector. En el caso de los haikus ese extrañamiento se consigue mediante el procedimiento contrario, por la falta absoluta de retórica. Se trata de una forma libre de recursos poéticos pero estricta en lo que respecta a la estructura.

No obstante, desde principios del siglo XX han venido apareciendo diferentes escuelas orientales que defienden la posibilidad de innovar o introducir modificaciones que afectan tanto al contenido como a la forma. Podemos citar, como ejemplo, la escuela Shinkeiko que rompe totalmente con la ortodoxia dentro del haiku preconizando la libertad de composición al introducir un cuarto verso que proporciona mayor capacidad explicativa.

Pero la cuestión de si el haiku debe mantener su esencia y ajustarse a los preceptos que los grandes maestros establecieron o si debe adaptarse a los tiempos y evolucionar con ellos es espinosa y suficientemente extensa como para escribir otro artículo. En este he tratado de exponer brevemente algunas consideraciones que entiendo fundamentales para acercarse a un tipo de composición bastante desconocida todavía hoy por occidente.

El haiku tiene su propia historia y hay que recorrerla para llegar al presente y atisbar desde el presente el horizonte.(Vicente Haya)

Yuukaze ya

mizu aosagi no

hagi wo tsu

Viento de la tarde:

las patas de la garza

sacuden el agua.

(Buson)