miércoles, 6 de marzo de 2013

El morbo vende: Cincuenta sombras de Grey

Con más de 40 millones de lectores en el mundo y traducida a más de 30 idiomas, la trilogía de J.E. James se ha convertido en el fenómeno social y editorial más sorprendente, extraordinario y desmedido  de los últimos tiempos, solo comparable, en mi opinión, a la saga de Harry Potter, si bien, las ventas solo del primer libro de las escabrosas relaciones entre Anastasia Steele y Christian  Grey superó  las de la saga completa del aprendiz de mago, según informes del gigante americano Amazon.
Cincuenta sombras de Grey se ha alzado en solo un año con el título de “novela  británica más vendida de todos los tiempos”, como afirmó  la editorial el pasado mes de agosto,  a razón de un millón de copias semanales durante meses, lo que se ha traducido en unos más que escandalosos 145 millones de dólares de ganancia para la empresa y en una no menos millonaria cuenta corriente para la autora en un tiempo récord.
Tras el pseudónimo de J.E. James se esconde una editora ejecutiva de televisión, Erika Leonard, que un buen día decide lanzarse a escribir y que -según se dice- en tan solo un año compone la trilogía completa de lo que ella misma califica como “historias de amor provocativas, solo para adultos”.
No obstante, la novela se gesta varios años antes, como un tipo de narración denominado  fanfiction (relato escrito por fans de algún género que utilizan como base las ideas de otro escritor, o sea, un tipo de ficción no original) de la saga Crepúsculo bajo el título Master of the Universe (El amo del universo), es decir, James creó su historia erótica  basándose en la trama y utilizando los personajes de la ya famosa Crepúsculo, que  fue publicando por capítulos (bajo el nick “Snowqueen's Icedragon”) durante los años 2009 - 2011 en una web gratuita dedicada a este tipo de obras no originales, de la que serían posteriormente eliminados por la autora para, tras realizar algunas modificaciones y sustituir los nombres de los protagonistas, ser presentados como  novela original, desligándola así por completo de las historias vampíricas de Meyer. Los pequeños relatos fanfics en el que la tensión sexual no resuelta de los vampiros aparecía consumada, se convirtieron en las tres novelas, cuyos derechos compró la editorial Vintage Books (una división de Random House) que publicó finalmente bajo el título de Fifty Shadows. Pese a los intentos de la editorial y de la autora por defender la originalidad de la obra en comunicados y declaraciones, la “sombra” de la copia planea sobre las “sombras” de Grey.  De hecho algunos medios americanos han etiquetado  Cincuenta sombras como “Crepúsculo erótico”, y no van, en mi opinión, desencaminados pues las similitudes que presenta con la saga vampiresca son más que evidentes.
Pero dejando aparte la polémica sobre la originalidad del texto, es innegable que hoy por hoy esta aventura de amor y sexo se ha convertido en un auténtico fenómeno social; denostada por unos –incluso prohibida- y alabada por otros, el libro presenta la escabrosa relación entre  un rico y atractivo empresario, Christian Grey, y una muy joven estudiante de literatura, Anastasia Steele. Hasta aquí nada distinto a otras muchas novelas eróticas de amor y seducción; si bien en esta ocasión el “romance” entre ambos se aleja bastante de lo convencional pues los protagonistas -hombre experimentado y muchacha inexperta- mantienen una inquietante y adictiva relación de dependencia, de dominación sadomasoquista, en la que la joven es usada como mero juguete sexual para satisfacer las necesidades de su amo-amante, representando un rol de sumisa que, traspasa el ámbito las propias relaciones sexuales, condicionando absolutamente su vida fuera del “cuarto de juegos”.
Grey  es un personaje manipulador, enigmático, oscuro y desequilibrado, con un afán desmedido por mantener el control, un individuo que disfruta sabiéndose superior a los demás. No es solo el sexo, ni por supuesto el  amor -que no siente- lo que verdaderamente excita a Grey; su verdadero placer radica en ejercer el poder, en sentirse importante, casi un dios –dios también del sexo- controlando todo lo que le rodea, especialmente a las personas, a las que intimida con su mera presencia:
            Para tener éxito en cualquier ámbito… hay que dominarlo, conocerlo por            dentro y por fuera, conocer cada uno de sus detalles.”
El placer no consiste solo en el goce sexual sino –incluso más- en el deleite que se deriva de ejercer una notable influencia sobre la vida de los otros, en observar su servilismo, ser envidiado y al mismo tiempo admirado, convirtiéndose en un auténtico “amo del universo” (título original de la historia). La explicación es muy fácil y se resume en uno de los clichés lingüísticos de la novela: “Porque puedo”.
Lo que descubrimos en el trasfondo de esta primera parte de la famosa saga no se trata solo de una relación de manipulación o dominación sexual, nos encontramos ante lo que se conoce como “erótica del poder” y que va más allá del puro sexo; en esa sensualidad radica el atractivo del protagonista,  que obnubila a  Anastasia y le hace perder la razón, estimula su deseo y la necesidad inevitable de satisfacerlo. La vida de Ana sufre un cambio radical tras conocer a Christian y toda ella queda  reducida a un único propósito: complacerlo, relegando sus necesidades propias a un segundo plano.
Con todo, y pese a  que la historia pueda parecer un ejemplo de lo que hoy ha dado en llamarse “violencia de género” , es decir, contra la mujer, en el libro se plantea una relación libre y consensuada, así la entiende Grey, y de ahí la necesidad que siente de que ella firme un contrato o acuerdo de confidencialidad (cosa que nunca llegará a hacer) y la constante repetición de que solo harán lo que ella desee hacer; en el libro hay escenas de maltrato, físico y psicológico, es cierto, pero no de malos tratos, como muchos lectores al parecer  han interpretado. En este tipo de relaciones conocidas como BDSM (sexo extremo y no convencional basado en el bondage, disciplina y  dominación, sumisión, y sadomasoquismo), los participantes deben acordar el tipo de prácticas que desean realizar; se trata, en esencia, de un juego de roles en el que uno domina –el amo- y otro es dominado –sumisa- pero son relaciones bidireccionales,  de ambos roles, y ambos, por tanto, deben sentir placer con ellas: “Esta vez es para darnos placer, a ti y a mí, declara Grey, pues en caso contrario la sumisa puede acabar la relación con el amo en el momento que desee lo que sucede, por otro lado, al final de la primera novela de la trilogía.
El libro está plagado de estos momentos;  de hecho, aparte de los tórridos y excitantes encuentros, que van haciéndose más violentos y extremos conforme avanza la lectura, y al mismo tiempo la relación, la novela aporta poco más que los polvos salvajes y las prácticas bizarras de la pareja: “Yo no hago el amor; yo follo…duro.”, declarará el protagonista.  La trama, pues, es escasa, por no decir nula; la novela, mediocre, a caballo entre Corín Tellado y el Marqués de Sade;  y el texto se reduce a describir con todo lujo de detalles las diferentes prácticas sexuales a las que Grey, hombre atormentado, de oscuro pasado e inestable, somete a Anastasia, virgen e inocente, seduciéndola y “obligándola” a practicar todo tipo de fantasías sexuales. Típico argumento de peli porno que según  podemos leer en varias webs “está poniendo increíblemente cachondas a cuarentañeras de 37 países”.
No obstante, según aumenta el control sobre Anastasia  el “amo” comienza a verse amenazado al intuir que sus sentimientos hacia ella empiezan a transformarse y que el poder está sutilmente cambiando de rol; es ella la que poco a poco controla de forma apenas perceptible  la voluntad del macho dominador y esta nueva situación que se insinúa consigue  hacer tambalearse la seguridad de Christian y abre la puerta para las dos siguientes entregas de la saga que –debo confesar- no he leído ni creo que vaya a leer, en las que, según parece, entra en juego el amor, un sentimiento capaz de transformar la realidad, de cambiar a un individuo convirtiéndolo en una persona mejor; por amor a Ana el frío y distante demonio se irá transformando, hacia el final de Cincuenta sombras liberadas, en un tierno y comprensivo ángel, de sapo a príncipe azul. Un cuento con final feliz.
            “Nunca he dormido con nadie, nunca había tenido relaciones sexuales en mi        cama, nunca había llevado una chica en el Charlie Tango y nunca le había       presentado una mujer a mi madre, ¿qué estás haciendo conmigo?
La sombra de Grey se ha extendido por los cinco continentes y, si algo ha logrado, es romper numerosos tabúes respecto al sexo e introducir en las mentes y en las conversaciones de millones de lectores de todo el mundo un planteamiento poco convencional de las relaciones de pareja como algo aceptable, hasta el punto de que  gran parte de ellos ha manifestado haberse  animado a explorar el exclusivo mundo  del bondage. Todos, y especialmente todas, hablan ahora de Grey, de sexo, de látigos, esposas, azotes y juguetes. La sociedad de todo el mundo ha admitido la obra y con ello ciertas prácticas sexuales han pasado a ser socialmente aceptadas. Algunos psicólogos ya han destacado “el potencial sexual de la exitosa trilogía erótica” afirmando incluso que puede ayudar a mejorar las relaciones de pareja, y concluyendo  que “cuanto más tiempo pasemos pensando en fantasías sexuales, más bien irá nuestra vida sexual y será más sencillo que se encienda la llama en la relación de pareja. La obra, en fin, ha cautivado a millones de lectores en todo el mundo que se han enganchado a la saga seducidos por el erotismo que emana de sus páginas, mediante el cual se sienten transportados a un mundo poco o nada explorado que  ahora abre sus puertas de par en par, se hace público y se cuela en sus casas; lo que durante tanto tiempo ha estado oculto se destapa ahora para  restablecer la conexión –tal vez perdida- con el placer, la excitación y el deseo.
Ante este éxito apabullante, algunos lectores, entre los que me encuentro, se preguntan cómo una obra tan limitada, tan pobre técnica y argumentalmente, con unos personajes tan planos y poco creíbles que parecen sacados de una telenovela, una falta absoluta de dominio del lenguaje, rematadamente pobre, monótono y simplón, saturado de expresiones empalagosas, machaconas e irritantes del tipo “la diosa que llevo dentro…” (¡por Dios!), los “gruñidos” y “estremecimientos” repetidos hasta la saciedad, o el continuo apelativo “nena”, típico cliché de película porno, a lo que se suma una redacción y un estilo que evidencia serias carencias literarias, ha sido capaz de cautivar a lectores de todo el planeta hasta convertirse uno de los mayores best sellers de la historia.
En mi opinión, la respuesta es evidente: el morbo vende, y en este sentido, la historia tiene todos los ingredientes para triunfar: Rico empresario seduce a jovencita y la arrastra a un mundo oscuro de prácticas prohibidas. Típica novela de sexo, amor y lujo con final feliz. Al sexo duro, fantasía inconfesada de miles de mujeres, se le une otro componente no menos importante en el subconsciente femenino: el hombre guapo, rico, atractivo y poderoso. Porque si es importante la baza de excitar la imaginación mediante este tipo de fantasías eróticas, aun lo es más el hecho de que vengan de la mano del riquísimo, malísimo y atractivísimo Chistian Grey (grey=gris) que, bajo la apariencia de monstruo inaccesible, esconde un hombre elegante, delicado, tierno y sensible; el éxito del protagonista –y unas de las claves del de la novela- no está en su comportamiento violento y déspota,  de depravado y vicioso empresario sin sentimientos, en la imagen de hombre atormentado y esquivo con cincuenta sombras en su interior (“estoy muy jodido, Anastasia. Tengo más sombras que luces. Cincuenta sombras más”) sino el otro Grey, el de la cara oculta, el que arrastra un dolor del que trata de defenderse mediante una coraza de acero que lo mantiene a una prudencial distancia de los demás, el débil, el que sutilmente va emergiendo de vez en cuando y se muestra tierno y galante – paternal incluso-, el que duerme abrazado a Ana y la invita a conocer a su madre (cuando no la castiga o se la está follando); el que por primera vez se atreve a practicar con ella “vanilla sex” traicionando conscientemente su naturaleza salvaje y agresiva.
Por todo ello, según apunta la crítica, ha sido el sexo femenino el que ha sucumbido a las sombras del señor Grey y en concreto las mujeres de más de 40, universitarias y jóvenes mamás principalmente, por lo que se ha calificado la trilogía como “porno para mamás”. De cualquier modo, sea cual sea la edad de las lectoras, la obra ha sido catalogada como literatura para mujeres, ¿por qué?, no lo sé.
En opinión de algunos psicólogos “a las mujeres les gusta más el relato erótico que la pornografía porque fomenta la imaginación” y en este sentido la propia James ha comentado que “a las mujeres les gustan las fantasías sexuales porque la parte más erótica de su cuerpo está dentro de su cabeza”. Cierto. Y como lo sabe bien ha sabido elegir y combinar magistralmente todos los elementos con los que puede cautivarlas. Para el sexólogo Manuel Fló “la autora ha dado con la fórmula, ha sabido plasmar una curiosidad morbosa y tabú que estaba en la sociedad”.
Personalmente, no comparto la opinión de la existencia de una literatura diferente y diferenciada para mujeres y para hombres, y la famosa trilogía no es la excepción. La cuestión es, quizá, que las Cincuenta sombras han conseguido que muchas mujeres se lancen a hablar abiertamente de sexo y a reconocer que consumen este tipo de literatura que es, por otro lado, muy didáctica; ¿o hay alguien en el mundo, hombre o mujer, que a estas alturas no sepa lo que es un “polvo vainilla”?