La lectura del último libro de Paul Auster, Invisible, y la reflexión sobre él para un artículo, me han llevado a releer algo que escribí hace unos años acerca del concepto de "verdad", un asunto que siempre me ha interesado y que saca a la luz, como tema central de su última novela, el escritor norteamericano quien, en una entrevista concedida al periódico La Vanguardia, afirma lo siguiente: "La verdad es una de las cosas más frágiles del mundo, no sabemos qué sucede realmente. Incluso nuestra propia memoria se destruye mientras trabaja nuestra experiencia."
El escrito en cuestión, que reproduzco aquí, fue el resultado de numerosas lecturas, especialmente filosóficas, en torno a ese complejo concepto, y con él trataba de responder a la pregunta ¿qué es la verdad?
El escrito en cuestión, que reproduzco aquí, fue el resultado de numerosas lecturas, especialmente filosóficas, en torno a ese complejo concepto, y con él trataba de responder a la pregunta ¿qué es la verdad?
Tras la lectura de textos acerca de la visión de las diferentes concepciones de verdad a lo largo de la historia y el acercamiento a las reflexiones de algunos filósofos a través de sus libros quiero exponer mi opinión o conclusiones lo cual supone un problema dado que no me considero capaz de dar una definición de verdad breve y precisa ni señalar una concepción con la que me sienta identificada, pues mi reflexión aparece repleta de preguntas y escasa de respuestas, y la búsqueda de éstas sólo da como resultado la multiplicación de aquellas.
La diferentes interpretaciones que los filósofos han realizado acerca de qué es la verdad han surgido en relación a las aportaciones anteriores (en oposición o extensión) y no son, en muchos casos, contradictorias. Estas concepciones diferentes son fruto de un cambio (avance) en la mentalidad, en la sociedad, en los conocimientos, descubrimientos y han surgido de una situación concreta en una realidad que origina y explica cada una de ellas. Según se transforma la realidad, cambia la concepción de lo que es verdadero o de la verdad. Así pues, creo que existe una relación entre realidad y verdad. Es más, pienso que la verdad supone una forma de ver esa realidad desde una situación particular y está condicionada por una serie de prejuicios e intereses particulares (pragmáticos tal vez) o generales (tradición). En este sentido comparto la visión hermeneútica de Gadamer y estoy convencida de que toda verdad supone una interpretación que surge desde una situación concreta y no se puede escapar a ello; así en el momento en que la situación es diferente la verdad también lo es.
Antes de continuar me gustaría señalar que la verdad es algo que preocupa en diferente medida al científico, al filósofo y al hombre corriente y esta especificación me parece esencial a la hora de aportar mi opinión pues las consideraciones de unos y otro son muy diferentes (en cuanto a la razón de poseerlas, la necesidad de ellas, el marco en el que las utilizan...) y eso va a propiciar diferentes concepciones de la verdad. El hombre siempre ha necesitado poseer verdades, pero mientras para los primeros constituye un asunto esencial (no sólo poseerlas sino tener la seguridad de que son verdades), para el segundo no supone un problema de primer orden. Por ello éste simplemente las acepta, asume y utiliza, mientras aquellos las buscan.
En mi opinión, en ciertos ámbitos, como el científico, es necesaria además de útil la posesión de verdades, es decir, de conceptos (teorías, proposiciones, planteamientos...) cuya validez sea demostrable y por ello constituyan verdades que se admiten como objetivas y universales.
En la vida diaria aceptamos como ciertas muchas cosas que, después de un análisis más riguroso, nos parecen llenas de contradicciones. El hombre corriente admite estas verdades, que realmente son creencias en su mayoría, y que tienen validez en tanto son útiles en algún momento presente o futuro de su vida. No hay necesidad de buscar un porqué ni de comprobar en cada una de ellas su veracidad. Mantienen su validez hasta que algún individuo las pone a prueba. Esto ocurre de la misma manera con las verdades científicas supuestamente objetivas, universales y comprobadas ya que cualquier principio científico o teoría deja de ser válida cuando dejan de ser útiles o se comprueba su falsedad o ineficacia.
En la búsqueda de la verdad es necesario y lógico comenzar por nuestras experiencias presentes y parece obvio que el conocimiento se deriva de ellas. De la realidad deducimos o inducimos lo que en cada momento consideramos verdadero, tanto lo comprobable como los conceptos abstractos. La experiencia es la base del conocimiento, tanto el científico como el no científico. Todo conocimiento que, sobre la base de la experiencia, nos dice algo sobre lo que no se ha experimentado se basa en una creencia que la experiencia no puede confirmar ni desmentir. La existencia y la justificación de tales creencias entendidas como forma de conocimiento (y por tanto de verdad) suscita el problema de su grado de certeza, que es el que ha ocupado a científicos y filósofos durante siglos. En mi opinión, esto no supone un problema para el hombre corriente pues, como ya he señalado, estas creencias son validas en tanto funcionan, es decir, su validez se concreta en la utilidad en la vida diaria.
Por último, no quisiera terminar sin hacer referencia a dos filósofos, Habermas y Foucault, cuyas teorías me han resultado muy interesantes: la verdad como consenso, del primero, y la verdad como un mecanismo de poder, del segundo.
En primer lugar, en los comentarios de los apartados anteriores me he referido a la cuestión que nos plantea la teoría del consenso y que es si el hecho de que algo sea aceptado como verdadero por una mayoría (consenso) nos asegura que estamos ante la verdad. Yo no creo en esa relación y pienso que esa verdad consensuada es más bien un mecanismo de ordenación y funcionamiento social (establecer normas de convivencia), siendo válida en ese sentido en tanto que funciona socialmente y eso es lo que determina su validez, más que el hecho de que sea algo verdadero o no, simplemente hablamos de algo válido (en cuanto útil, práctico) para la mayoría a la que supuestamente beneficia y por lo que queda probada su validez (volvemos a la concepción pragmática de base). Por otro lado, esta teoría me parece absolutamente idealista, tanto como la creencia de que todos los seres humanos somos iguales, incluso aunque sea la forma de “verdad” que está funcionando en los sistemas democráticos en la actualidad en los que los individuos creen haber llegado a la verdad o haber adoptado libremente unas normas válidas que convienen a la mayoría a través del consenso.
Por otro lado, siempre ha habido y sigue habiendo una voluntad generalizada de hacernos creer que la verdad no tiene nada que ver con el poder. O, dicho de otra manera, que quien ejerce el poder no posee la verdad o que quien posee la verdad, no ejerce poder. Sin embargo, en mi opinión, mientras se ejerce el poder se trata de hacer valer las verdades propias y suelen rechazarse las ideas ajenas como falsas. El poder siempre se practica en nombre de ciertas verdades y , además, quienes consiguen imponer verdades están apoyados en algún tipo de poder. Obviamente no estoy hablando de un poder por la fuerza, aunque esto sucede en algunas ocasiones, En muchos casos ni tan siquiera el hombre es consciente de su existencia tal es su forma de actuar. Es un poder subliminal, mucho más sibilino; un poder oculto bajo un halo de verdad y que utiliza ésta como instrumento de manipulación que obedece, por regla general, a determinados intereses de índole diversa. En este sentido, creo que las aportaciones de Foucault a las teorías de la verdad han resultado muy interesantes y esclarecedoras.
En conclusión, mi opinión es que no existe la verdad absoluta como algo objetivo, universal y único (ni siquiera en el ámbito científico) sino que existen diferentes verdades o tipos de verdad y que dependen tanto del contexto en el que se utiliza el término o al que se refiere, como del individuo que la presenta. Es lógico que exista una verdad que se aproxime a esa verdad absoluta (el científico, por ejemplo, la necesita) pero por otro lado nuestra realidad está rodeada de muchas otras “verdades”, creencias con pretensión de verdad que asumimos como tales (algunas demostrables, otras, no; unas comprobadas por nosotros mismos, otras heredadas de los demás...) pero que en tanto que nos sirven en la vida diaria muestran su validez y resulta incluso ridículo estar continuamente cuestionándose la veracidad o no de lo que nos rodea si bien es útil, en algunas ocasiones, reflexionar sobre ello pues a veces tras una verdad (aceptada incluso por consenso) se esconde un ejercicio de poder cuya finalidad es la manipulación del individuo con vistas a la consecución de unos fines que suelen responder a ocultos intereses particulares o de grupo.
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