viernes, 11 de julio de 2014

IMPOTENCIA

“La muerte no debe negarse. Intentarlo es una presunción. Infunde locura en el alma. Absorbe la virtud. Envenena la amistad y convierte el amor en una farsa

SalamandraUna de las relaciones que con más facilidad y frecuencia establece el ser humano a lo largo de su vida es la amistad, pero en raras ocasiones se cuestiona el verdadero sentido de esta palabra ¿Qué tipo de compromiso se adquiere al  establece una relación de amistad? ¿Hasta qué punto el individuo debe condicionar su vida por ella? ¿Puede coartar en algún caso la propia libertad? ¿Tiene derecho un amigo, amparado en esa relación, a exigir sacrificios extremos de la otra parte? ¿Hasta dónde, en fin, exige esta palabra?
Estos son solo algunos de los interrogantes que Helen Garner nos plantea en su novela La habitación de invitados con la que, en 2010, regresa a la ficción tras dieciséis años alejada de ella.
Narrada en primera persona, la protagonista –Helen-, al igual que su autora, es una escritora madura, independiente y vital, que se ve obligada a afrontar la difícil, situación de acompañar a una vieja amiga durante sus últimos meses de vida. Ambas son espíritus libres, seres individualistas y autosuficientes por lo que, en cierto modo, el sufrimiento de aquella es el suyo propio, al igual que la dependencia a la que se ve sometida debido a la enfermedad.
Nicola, que vive en el otro extremo del país, ha recurrido a Helen para alojarse unas semanas en la casa que esta posee en la ciudad donde ha decidido someterse a un tratamiento alternativo, convencida de que será un remedio eficaz para atajar el cáncer que padece. Helen, que vive sola y sin obligaciones, aunque su nieta entra y sale constantemente de la casa, prepara con esmero la habitación de invitados para que su amiga se sienta lo más cómoda posible, y cuida en extremo todos los detalles, intentando recordar los gustos y manías de Nicola, para que nada pueda perturbar su estancia.
Ambas mujeres creen ser almas gemelas; de hecho, esta similitud que las acercó en su juventud, mantenida a lo largo de los años, se acabo transformando en una sólida amistad. No obstante, con el paso del tiempo, sus vidas se han distanciado y su carácter parece incompatible: mientras Helen se ha convertido en una mujer racional, cerebral y realista, poco dada las fantasías,  Nicola, por el contrario, continúa defendiendo un pertinaz inconformismo frente a lo convencional y conservando una fe ciega en lo alternativo, empeñada en aferrarse a un ingenuo idealismo.
Estas diferencias, que ambas habían ido percibiendo sutilmente a lo largo de los años, salen a la luz con toda su crudeza tras el reencuentro y la necesidad de hacer frente juntas a la enfermedad; en esta ocasión –como siempre había sucedido- su actitud ante las circunstancias es radicalmente opuesta y las discrepancias que se generan terminan por interponerse entre ellas, abriendo una brecha cada vez mayor en una amistad que parecía inquebrantable y que acabará por convertirlas en dos extrañas.
Lo que para Nicola es esperanza, ilusión, opciones y alternativas, para Helen es miedo, falsedad, inconsciencia e ingenuidad. La difícil situación que ambas tienen que soportar y la inevitable llegada de la muerte las ha situado en posiciones dispares y enfrentadas, tanto por la propia presión de los acontecimientos como por las soluciones que una y otra aportan: Nicola se niega a aceptar su estado y, desahuciada por la medicina tradicional, comienza un peregrinaje por cualquier persona, institución o lugar que pueda ofrecer una esperanza de curación; Helen, por su parte, considera esta decisión una actitud cobarde, aunque intenta desesperadamente no mostrar sus verdaderos sentimientos y respetar en todo momento la decisión de su amiga, incluso a expensas de irse destruyendo emocionalmente ella misma; odia la forma en que aquella se miente representando un teatro que está muy lejos de la realidad y desaprueba sus esfuerzos por fingir ante el resto del mundo que nada sucede pues considera ridículo y patético vivir en un mundo de ilusión que regala alternativa a la desgracia:

“No puedo seguir así -dije con voz aguda -. No soporto la falsedad. Me da asco. Al final acabaré perdiendo la cabeza.”

Helen no llega a entender en ningún momento -aunque lo soporta y tolera en Nicola- que el autoengaño es en ocasiones la única salida, el último esfuerzo y la última opción del ser humano para agarrarse a la vida, y que nadie tiene derecho a dar bofetadas de realidad a quien que no desea verla ni vivirla. A veces es necesario entender que la huida o la negación también son opciones válidas para evitar el sufrimiento, la angustia y la desesperación cuando no se tiene valor para asumir y aceptar lo inevitable.

La lucha interna de la protagonista es -en mi opinión- el aspecto más interesante de esta novela en la que con crudeza, pero no de forma trágica o sensiblera, incluso con algunos toques de humor en ocasiones, el lector se va involucrando en una historia que podría ser la suya propia. Poco tiene esta obra de ficción, de fantasía (además de las ya mencionadas coincidencias biográficas con la propia autora), poco hay de novelado en ella, quizá algunos detalles; relata una situación y muestra unas vivencias absolutamente reales que desencadenan sentimientos intensos, desgarradores y contradictorios:

“La miré allí, tendida en el sofá azul levantada, luchando por disimular el terror, y el corazón se me encogió de pena, amor y rabia”

No obstante, el verdadero sentido del libro va más allá de mostrar la conducta y emociones de los personajes en este trance: enfrentando a las protagonistas a una situación límite, profundiza en la naturaleza de ese sentimiento universal y humano que llamamos amistad, mostrando hasta qué punto este vínculo puede condicionar al hombre de tal modo que le obligue a traicionar sus principios y alterar su modo de vida; mientras, por otro lado, cuestiona el derecho que se atribuye un ser humano para exigir a otro determinados sacrificios que puedan afectar su propia integridad apelando a esa relación.
Es obvio que la esencia de la amistad consiste en adquirir el compromiso que constituye dicha esencia, pero es el límite del mismo el que esta obra trata de desvelar valiéndose de una situación extremadamente complicada en la que entran en juego factores físicos (de dependencia), emocionales, principios de vida, miedos ancestrales, convenciones sociales, problemas de conciencia...

Helen tendrá que decidir, y actuará según su propia elección, pero cada lector, obviamente, encontrará en esta historia una solución diferente a todos los interrogantes que su lectura genera.