martes, 20 de julio de 2010

El clan del oso cavernario, de Jean M. Auel

Cuando recibí la propuesta de escribir algunas reseñas con recomendaciones de lecturas para verano pensé que, si bien parece algo aparentemente fácil, es en realidad bastante complicado pues son muchos los títulos que, con las características que dichas obras requieren, acuden a la memoria. Tras mucho meditar, me decantaré por elegir algunos títulos que, al haber sido publicados hace años, pueden considerarse, desde ese punto de vista, anticuados, pero de los que guardo un grato recuerdo y una buena opinión por el placer que, en su momento, me ofrecieron; el mero hecho de que sean estos y no otros los que vuelven a mi mente a la hora de recomendar lecturas que puedan resultar atrayentes para los que deciden pasar las vacaciones con un libro entre las manos, justifica sobradamente mi elección. Algunos de estos libros han sido best sellers lo cual, pese a la opinión de algunos “puristas” no es, a priori, ni bueno ni malo, es decir, que no suma ni resta valor a la obra.

Así pues, empezaré con un libro al que muy bien se le puede atribuir ya el calificativo de clásico y que, en su día, fue, como he señalado, un best seller mundial, traducido a numerosas lenguas; se trata de El clan del oso cavernario (publicado por Maeva) de la escritora norteamericana Jean M. Auel, el primero de los cinco libros de los que consta la saga denominada Los hijos de la tierra. Es una obra cuya primera edición vio la luz hace 30 años (1980) pero creo que esta cuestión no es motivo para descartar ninguna opción pues hay libros que pudieron no ser leídos en su momento y a los que uno se acerca con el paso del tiempo resultando ser una grata sorpresa. Posiblemente los más jóvenes no hayan oído nunca hablar de esta novela, e igualmente puede ser que algún adulto, aun reconociendo el título, no se haya decidido nunca a abordar sus más de mil páginas; no obstante, el buen lector no debe intimidarse por la extensión pues, cuando se disfruta de una obra, es preferible que ésta sea extensa para prolongar en el tiempo el deleite que produce su lectura.

El libro obtuvo tanto éxito que, en 1986, fue llevado al cine de la mano de Michael Chapman, con Daryl Hannah en el papel protagonista; aunque, como suele ocurrir, la película no refleja en absoluto la complejidad, profundidad y riqueza de matices de la obra literaria. Así pues, esta es mi primera recomendación.

En principio, se trata de una lectura, como requiere la temporada estival, fácil y entretenida que cuenta, además, con el aliciente de que si el lector se “engancha” a ella, lo cual es bastante probable, puede continuar con las cuatro partes restantes que completan la saga, a saber, El valle de los caballos, Los cazadores de mamuts, Las llanuras del tránsito, y la quinta y última, por ahora, Los refugios de piedra. En mi opinión, las tres primeras, publicadas entre 1980 y 1985, son bastante entretenidas, interesantes, amenas y curiosas, pero la cuarta (1990) y la quinta (2002) resultan mucho menos atractivas; me parecen lentas, repetitivas y carentes de originalidad, por lo que mi recomendación se centra en las tres primeras. Al parecer, la colección se va a completar con un sexto volumen cuya publicación se ha anunciado para este año.

La serie relata la vida y las aventuras de Ayla, una niña cromagnon que queda sola en el mundo tras un cataclismo y que es adoptada por un grupo de neandertales, el Clan del Oso Cavernario que da título al primer libro.

Ambientada en la Europa del Paleolítico, a mediados de la Glaciación de Würm, en un momento en el que supuestamente coincidieron ambas especies antes de que la primera, a la que pertenece la protagonista, acabara con la segunda, la obra nos traslada de manera sorprendente a esa época tan desconocida, la Prehistoria y nos presenta, con todo lujo de detalles, la sociedad de la Edad de Hielo: las relaciones humanas, las creencias, la forma de vida, la actitud hacia la naturaleza, las primeras manifestaciones artísticas, los ritos o la organización social, a través de las vivencias de la pequeña huérfana.

Es una novela muy bien ambientada que atrapa al lector conforme avanza la historia, si bien, al principio, es difícil situarse y adentrarse en un mundo que resulta extremadamente lejano en el tiempo; cada dato que nos aporta, cada situación que se nos describe es fruto de un enorme y concienzudo trabajo de documentación e investigación antropológica; no en vano su autora, además de estudiar a fondo este periodo de la Historia, realizó varios cursos de supervivencia en los que aprendió a construir refugios de hielo, hacer fuego, construir herramientas de piedra, curtir la piel para fabricar prendas de ropa y zapatos y, en fin, experimentó lo que suponía vivir en unas condiciones extremas similares a las vividas por la pequeña Ayla y el resto de personajes.

La pretensión de reflejar con exactitud el modo de vida de estos individuos y el intento de reflejar el mundo tal cual lo experimentaban obliga a la autora a aportar numerosísimos datos en relación a los episodios cotidianos que constituyen la trama y que se traduce en un llamativo abuso de las descripciones que relentizan el argumento por el exceso de celo en el detalle y la minuciosidad de las exposiciones lo cual justifica la opinión de algunos lectores que la consideran una obra, en ocasiones, lenta y “cargante”; a mí, personalmente, no me lo parece en absoluto pues considero que estos detalles son el elemento esencial para poder asimilar e interpretar la forma de vida del hombre de la Edad de Hielo.

En este sentido debo señalar que se ha criticado en numerosas ocasiones la falta de base científica (incluso respecto al tema central que es la convivencia en el espacio y en el tiempo de ambas especies) y la inexactitud de numerosos elementos que aparecen referidos en la novela. No voy a entrar en una polémica que considero absurda dado que hay que partir de la premisa de que toda obra literaria es pura ficción; puede estar mejor o peor documentada, acercarse en mayor o menor grado a la verdad, reflejar de manera más o menos mimética la realidad, pero siempre es fruto de la mente de un escritor. Ningún lector sensato se acercaría a una novela, por muy histórica que se haga llamar, para estudiar un periodo concreto de la Historia con rigor científico, aunque este tipo de obras sirvan en ocasiones para aportar algunos datos en este sentido. Al abrir una novela se presupone un acuerdo tácito entre escritor y lector acerca de lo relatado, en el sentido de que lo que en ella se presenta, aun siendo verosímil, no tiene por qué ser verdadero, de hecho nunca lo es. No se trata, pues, de un libro científico ni de un tratado de Historia. Es una novela, un texto que llamamos literario y cuya característica esencial es la carencia de una finalidad práctica, incluso la función didáctica queda relegada a un segundo plano; su objetivo primero es estético, se trata de producir placer mediante el juego literario.

Así entiendo la lectura. En este caso, el libro permito disfrutar de la narración, sin más.

No obstante, y al margen de pretensiones de tipo ciéntifico, Jean M. Auel consigue con esta obra de manera sublime introducirnos en una época bastante desconocida para el gran público, al hacernos partícipes de las vivencias de una sociedad que son el origen del nuestra especie. De la mano de Ayla el lector disfrutará de un viaje en el tiempo que lo trasladará al mismo origen de la raza humana.

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